La insuficiencia venosa crónica (IVC) es una enfermedad del sistema circulatorio venoso de retorno que origina más demanda de consulta en el mundo. Esta patología afecta a un importante sector de la sociedad, influyendo negativamente en la calidad de vida y en el terreno laboral, sobre todo por las complicaciones dejadas a su natural evolución. Es un dicho conocido que la insuficiencia venosa al principio se tolera, posteriormente se sufre y finalmente incapacita. Esta problemática incide en determinadas profesiones más que en otras, existiendo una serie de condicionantes que influyen directamente en su desarrollo de la IVC.
La dificultad para el retorno venoso hacia el corazón, el desequilibrio que se establece a nivel de la microcirculación entre unos factores que favorecen el retorno (centrípetos) y otros factores que lo dificultan (centrífugos) Cuando esto ocurre en las extremidades inferiores, se dificulta la reabsorción normal de los fluidos perivasculares, produciéndose un acúmulo de agua, iones, en el espacio intersticial que rodea los capilares y los linfáticos, como resultado origina el edema , impidiendo el normal intercambio de oxígeno, agua, iones, glucosa etc. necesarios para la oxigenación celular de los tejidos subyacentes. Dicho fenómeno se acentúa en el sedentarismo y el ortostatismo. Por lo tanto, la sintomatología de la IVC es la producida por la incapacidad del sistema venoso de responder a un aumento de la demanda. La insuficiencia venosa crónica (IVC) hace referencia al estado en el que el retorno venoso se halla dificultado, especialmente en bipedestación, por la incapacidad del sistema venoso de drenar correctamente la sangre que recibe del sistema arterial, previo paso por los capilares sanguíneos. La bipedestación, junto con la fuerza de la gravedad, hacen que esta insuficiencia resulte especialmente manifiesta a nivel de los miembros inferiores (MMII), manifestándose con edemas (tumefacción), dermatoesclerosis (endurecimiento de la piel) y sensación de dolor, fatiga y tensión en las extremidades inferiores.

La IVC es uno de los trastornos con mayor incidencia en la población global. Alrededor del 10% al 15% de los hombres y del 20% al 30% de las mujeres presentan signos y síntomas compatibles con esta patología; por tanto, hay que tener en cuenta que el sexo femenino es un factor de riesgo importante, así como la edad, la ubicación geográfica y la raza. Además esta patología se incrementa con la edad.
Los cambios crónicos de la macro y microcirculación venosa influyen desfavorablemente en la calidad de vida del paciente, dirigiéndose la demanda social no sólo al tratamiento, sino también a mejorar la calidad de vida.

No hay un tratamiento definitivo para la IVC, sin embargo, el cuidado que cada paciente reciba será la piedra angular  para un adecuado control de la enfermedad. Es éste uno de los puntos que justifica la necesidad de estandarización del plan de cuidados de pacientes varicosos, en aras de lograr buenos resultados y evitar la variabilidad y confusión de cuidados, intentando conseguir una óptima educación del paciente para garantizar una buena calidad de vida; para ello es imprescindible racionalizar el uso de los recursos y establecer los mecanismos necesarios de coordinación entre Atención Primaria y Atención Especializada que conduzcan a una mejor atención de los pacientes varicosos

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